No hablo de la lidia de toros española, sino del toro
que en mi juventud me inculcó un respeto lleno de curiosidad.
Aún hoy oigo:
"¡No saltes la cerca! ¡ No le provoques!"
Pero era tan divertido y peligroso ver cómo, detrás de la valla
apenas se dejaba ver, de rabia y ganas de imponer respeto.
Hoy ofrezco a un rebaño de terneros que rumian apaciblemente
Mozart o Schubert, y vienen a oír la música;
se ponen en fila para escuchar como si fueran niños cantores.